Al otro lado: Hay puertas que nunca deberían abrirse
"...y entonces, sus miradas se encontraron. Aquellos ojos, más negros que la propia oscuridad, le observaron con una severidad implacable. Intentar escapar de ellos, era como intentar atravesar un océano de piedras. Hizo acopio de todas sus fuerzas, entre jadeos desfallecidos, para no apartar la vista. Sabía que, después de lo sucedido, había llegado su final. Él aferró sus manos ensangrentadas y, con una sonrisa apagada, le susurró: – Yo sólo puedo mostrarte la puerta... ahora eres tú quien decide si quiere cruzar al otro lado."